Tic Tac
Tic
Tac
Tic
Tac
Un reloj sonaba en una habitación solo iluminada por la tenue luz de la
Luna, que entraba por una de sus ventanas.
Un hombre anciano estaba sentado en un sillón en esa vacía sala.
No hacía nada, sus ojos estaban clavadas en ese reloj que hacía tic tac, tic tac.
Entre un tic y un tac, un mayordomo entró en escena.
“Señor, debería usted comer algo” le dijo, como de costumbre, al
anciano, que negó la cabeza mientras le decía que podría atragantarse y morir.
“Señor, debería usted salir un rato” le dijo, otro día más, al anciano,
que volvió a negar, diciendo que podría tropezarse y morir.
Y el anciano siguió negando a todo lo que el mayordomo le ofrecía porque
siempre había alguna opción de morir.
Únicamente hacía una cosa, ver ese tic tac.
El tic tac que le indicaba cuanto tiempo llevaba vivo.
Todas las noches escuchaba una risa, alguien que se burlaba de él, la de
la mismísima muerte.
Pero esta noche iba a ser la última que la escucharía, porque entre sus
manos tenía cargada una escopeta, listo para terminar con la mayor asesina de
la humanidad.
Tic Tac
Tic Tac
Las horas pasaron, y parecía que esta noche, la muerte no encontró
tiempo para reírse de él.
Entonces, una figura negra apareció delante de él, en medio de una risa.
Se escuchó un disparo, dos disparos, tres disparos…
Cuando el humo se desvaneció, la muerte seguía allí, riéndose de él y
extendiendo una mano.
Ya no había tic tac.
El anciano se sintió vencido y aceptó que su tic tac había llegado.
Pero antes de irse con la muerte, quiso preguntar algo.
“Por qué te reías de mí?” preguntó el anciano.
La muerte le miró y con una voz amarga le respondió.
“Porque tuviste tanto miedo a que acabara tu vida, que al final, no
viviste”
Hace unos días, el anciano volvió a verse con la muerte, y esta parecía
no haber reído por años.
Cuando el anciano le preguntó por qué ya no se reía de las personas como
él, la muerte respondió “Ahora solo escucho Tic Tac y nadie parece vivir. ¿Qué
sentido tiene acabar con la vida de las personas que no viven?”.
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