NO OS SALVÁIS DE LA MUERTE
Uno.
Dos.
Tres.
Solamente tres campanazos vibrantes en lo alto de la iglesia hicieron falta para informar al lúgubre y solitario pueblo de la más reciente víctima.
La hora de las brujas era especialmente oscura esa noche. La lluvia se sentía fría y afilada al tacto, como mil agujas clavándose en el cuerpo. Creando un entorno pantanoso en las callejuelas del pueblo, dificultando su paso. Cada paso requería un máximo esfuerzo para que el agua no te arrastrase en su corriente.
A pesar de las pésimas circunstancias meteorológicas, cada casa fue abriendo sus puertas, revelando a sus muy escasos ya habitantes. Masas compactas de carne revestidas de impermeables y con antorchas en mano, se dirigían hacia la plaza central.
Siempre aparecían allí.
El alcalde observaba a los convocados hacer un círculo perfecto alrededor de la plaza. Incluso con la seriedad de la situación los niños que vivían felices en la ignorancia reían y corrían de un lado a otro, chapoteando y revolcándose en el suelo fangoso.
Todos los demás observaban el mismo espacio: el centro de la plaza.
Se hallaba un cadáver. El cadáver de una mujer. Con el rostro totalmente demacrado, con unos ojos que miraban sin vida al cielo cubierto. Eran visibles heridas punzantes, aunque sin mucho rastro de sangre, ya que el agua se la llevaba toda. Esto favorecía a su descomposición. En su pálida piel resaltaban las venas azules. Seguramente asustaría lo fría que estaría su piel. Era evidente que el rigor post mortem había comenzado.
---Susie Walker--- Empezó el alcalde, gritando a pleno pulmón --- Para los que no la reconozcaís era la señora de la frutería de la calle Oeste, la vigésimo séptima víctima, despedíos de ella porque mañana por la mañana habrá desaparecido---.
Y así era, cada semana, desde no hace mucho, aparecía un nuevo cadáver víctima de homicidio, sin saber quién los mataba, a la mañana siguiente desaparecerían, sin recolectar ninguna clase de pruebas.
La hija de la señora Walker lloraba desconsoladamente. Sus dos padres ya habían sido víctimas. Sus vecinos la miraban sin un ápice de expresión alguna.
…
Al romper el alba la mañana siguiente, en el lugar no había ni el más mínimo rastro de la tormenta, las calles totalmente secas, la hierba mojada y de un verde intenso, el aire era húmedo, con un débil olor al jazmín del extrarradio. Todo volvía a la normalidad. El lugar estaba totalmente desierto a tempranas horas del día.
El pobre alcalde, que ni un segundo la intranquilidad por su gente lo dejaba descansar, iba camino al ayuntamiento para empezar su larga jornada, una monotonía eterna. Fue el primero de muchos en toparse con el inédito descubrimiento: el cadáver en esta ocasión no había desaparecido.
El susto del alcalde fue tan grande que dio un paso atrás, tirando la taza de café caliente, quedando esparcida por todo el suelo. Sus ojos con espesas ojeras, se abrieron totalmente, quedando al descubierto unos ojos azules que poca gente habría admirado últimamente. Su cuerpo, rígido al momento. Observaba con puro pavor el escenario del crimen, incrédulo a lo que veía. A pesar de ser la máxima autoridad, sus instintos humanos le traicionaron y, en vez de actuar razonablemente, se alejó lo más posible.
---¡HUID AHORA QUE PODÉIS!---Vociferaba tembloroso---¡SALID DE AQUÍ YA!
¡DEJAD LO ANTES POSIBLE ESTE PUEBLO SALIDO DEL MISMÍSIMO INFIERNO!
¿Cómo se iba a asustar el alcalde de esa manera tras los escalofriantes sucesos ocurridos últimamente?
Pues la diferencia era que al cadáver le habían colocado una bomba con un temporizador: 24 horas.
-Noelia Escámez Jiménez
Noelia me encanta!!! Que bien describes todo!!! los pelos de punta 👏👏👏
ResponderEliminarEnhorabuena por esta historia, 😁
ResponderEliminarMe ha encantado, escribes muy bien!
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